Estar expuesto a contaminantes atmosféricos en el vientre materno y durante los primeros ocho años y medio de vida altera la conectividad estructural del cerebro del niño, mes a mes. En particular, los mayores cambios se dan cuanto mayor es la contaminación recibida en los cinco primeros años.

Esta es la conclusión a la que ha llegado el estudio de ISGlobal donde se demuestra cómo este órgano es «especialmente vulnerable» a la polución no solo durante el embarazo, sino también en la niñez. En particular, los mayores cambios estructurales en el cerebro se dan cuanto mayor es la contaminación recibida en los cinco primeros años de vida del niño.

El estudio también ha encontrado un vínculo entre la exposición específica a las partículas PM2,5 y el volumen de una estructura del cerebro conocida como putamen, que está implicada en la función motora y en los procesos de aprendizaje. El estudio ha observado que, cuanto mayor es la exposición a las partículas PM2,5, sobre todo en los primeros dos años de vida, mayor es el volumen del putamen.

Sin duda este es otro dato alarmente que insta a la Comunidad Europea y a los países europeos a bajar aún más los niveles fijados de dióxido de nitrógeno y materias particuladas permitidos.

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